El autor

 

Permitidme que haga mi presentación literaria.                                                         

Mi primera experiencia con la letra escrita llegó con los cómics de Spider-man que compraba en la entonces reverenciada Totem, única tienda especializada en la materia que había en Bilbao en los años ochenta, cuando yo era un niño pequeño e impresionable. Debo seguir siéndolo, porque no falto a mi cita con los cómics Marvel a mis treinta y cuatro años.

La escritura llegó en el colegio, cuando estudiaba la añorada EGB. Después de leer varios libros de “Escoge tu propia aventura” y ver a un compañero hacerlo, decidí construir mi propia historia interactiva. El intento no pasó de un puñado de hojas de fantasía con un batiburrillo de entradas que no iban a ninguna parte.

Llegó el instituto y caí fascinado, como tantos otros, por el mundo imaginario de JRR Tolkien, todavía oigo los comentarios de mis compañeros cuando elegí como libro para un trabajo de clase El Señor de los anillos (la trilogía en un grueso volumen).

Poco después descubrí un comic muy barato de Conan y decidí comprarlo. De ahí llegué a los relatos de Robert E. Howard, el mejor escritor de todos los tiempos. Sus mejores historias han dejado una huella imborrable en mi mente. Recuerdo con viveza las sensaciones que me produjeron esas primeras lecturas.

Mi fascinación por la fantasía heroica influyó en mis primeros trabajos. En la Piedra de Mietril, varios ejércitos de caballeros buscan un objeto de gran poder, sólo para encontrar que su efecto es diferente a lo que ellos pensaban, pues la piedra trae prosperidad al pueblo que la posee, sí, pero no es ninguna clase de arma.

Después, tras imaginar una escena en la que una chica desnuda se bañaba en una cascada rodeada de un paisaje idílico y multicolor, comenzó mi primera novela, La chica silenciosa. Fue una ambición satisfecha el poder acabarla, aunque su argumento sea algo así como el Señor de los anillos protagonizado por Conan (No podía ser de otra manera).

Con los años, la lista de escritores a los que reverencio ha aumentado. La excelente Blade Runner me llevó a los mundos alocados de Philip K Dick, sus argumentos rocambolescos son creíbles gracias a unos personajes con ambiciones de lo más humanas.

El mundo de los videojuegos me enseñó otro de mis personajes de referencia: Tex Murphy, un detective que actúa como si estuviera en los años veinte, sólo que en realidad vive en un futuro distópico y contaminado por la radiación que se generó tras la tercera guerra mundial.

El consejo de un médico me llevó a leer a Asimov, toda una mente racional y científica puesta al servicio de la ciencia ficción más creíble y entretenida; sin duda es el otro maestro del género.

Mi naciente afición por los detectives y también el consejo de un amigo me acercaron a la novela negra clásica y a sus máximos exponentes: Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Cosecha roja es la mejor novela del género y está llena de mala leche, Philip Marlowe es el detective con el que se compara a todos los demás.

Durante todo este tiempo he escrito un buen número de novelas, como La casa de piedra o Guerra de espinas, así como las colecciones de relatos Las aventuras de Zerraim Nebru y El detective aprendiz de lo sobrenatural.

Mi primera novela en ver la luz es El asesino de los implantes, una obra de ciencia ficción policiaca que ya está disponible en Amazon. Acaba de salir mi segunda novela El puzle de cuatro piezas, una historia de fantasía heroica publicada en Amazon tanto en formato digital como en papel.

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